Usted preguntará por qué leemos

Quiero comenzar hablando de hallazgos; no cualquiera de ellos, sino los literarios, aquellos que, especialmente, nos imprimen alguna huella como lectores y también como sujetos sociales.

A lo largo de un periodo de aproximadamente siete años -con sus intermitencias y avatares- fui transitando un camino que me instruyó, entre otras cosas, en cómo ser lectora. Una habilidad que se pone en práctica, que se profundiza, que se evalúa y profesionaliza si estudian Letras, y que afortunadamente se comparte con otrxs. En fin, ser la lectora que soy hoy tiene que ver con aquellos docentes que me enseñaron la importancia de forjar lecturas críticas para mi actividad profesional y me compartieron de manera entusiasta el amor por la literatura.

Sin ánimos de romantizar la carrera, me resulta pertinente señalar que no todas las lecturas me han resultado agradables ni gustosas, pero éstas fueron las que me condujeron a preguntarme por qué leerlas, con qué fin; disgustos, protestas, negación. Sin embargo, nuevamente, siempre que hubo alrededor un/a docente dispuesto/a a un intercambio crítico, debatimos sobre -aquello que parece ser sagrado e incuestionable- el canon literario. Entonces entendí, entre otras cuestiones, la importancia de la enseñanza en las escuelas de (por ejemplo) nuestra literatura nacional. Sí, el término “nacional” ya es una toma de postura respecto a un recorte de la literatura toda, una forma de agrupar ciertos textos y darles una valoración cultural. Pues lo nacional es lo referente a una nación, y por más obvio que parezca, esto está completamente vinculado con un territorio pero sobre todo con una lengua, con una idiosincrasia, con una sociedad o pueblo determinado, con los colores de una bandera y con todas sus representaciones patrióticas, con la Historia que nos libera del yugo colonialista y nos conduce a la soberanía, y por ende, pese a quien le pese, con la política.

¿Cómo separar la Historia y la Política de la literatura argentina del siglo XIX? No hay manera. No fue posible cuando leí Facundo, Una excursión a los indios ranqueles, La refalosa, El matadero ni Martín Fierro (ida y vuelta). Así tampoco es posible concebir un canon literario que no responda a ningún interés, a ninguna decisión inocente, sino más bien que en esta materia la cuestión es arbitraria. Entender este hecho se vuelve clave para quienes somos o seremos docentes en esta disciplina porque nos debemos a nosotrxs mismxs una reflexión sincera sobre la enseñanza de la literatura en la escuela secundaria. Poder conectar la manera en la que leemos los textos y los textos que elegimos para ser leídos en clase, con nuestra propia manera de entender y problematizar a la literatura es tan necesario como profesional. En otras palabras, preguntarnos cómo leemos y qué leemos es entonces preguntarnos por nuestra tarea docente. Pregunto ahora, ¿Cómo se hace para despolitizar a la literatura? Sea literatura argentina, francesa, alemana, estadounidense, inglesa, irlandesa, etc. ¿Cómo se lleva a cabo el ejercicio de la docencia de un profesor de literatura cuando se demoniza y penaliza el debate político en las aulas?, ¿Cuál es el interés del gobierno actual nacional en fomentar una forma apolítica de formar ciudadanos en nuestras escuelas? A mi juicio, cada vez se extiende más una sola y única opinión pública que carece de especificidades y justificaciones pero no de ideología: el pedido por una escuela sin política. Me pregunto cómo es posible semejante reclamo en una institución que no solamente nace con fines políticos sino que de la mano de gestiones políticas concretas, con actos patrios que tienen su origen en teatralizar las batallas y victorias de la Nación, dirigidos a los niños, sí, pero también para aquellas familias inmigrantes que no conocían nuestra historia nacional. Deberían entonces enfurecerse con los himnos, con el izado de la bandera, con la lengua, con el consejo directivo, con el consejo escolar, etc, etc, etc. ¿Qué es lo que verdaderamente les molesta al punto de la prohibición? A riesgo de ser obvia o evidente, deseo distinguir entre “política” y “partidismo (político)”. Mientras que la primera es una forma de organización de todas las sociedades, la segunda es una canalización efectiva de la primera. Esta pequeña distinción hace a la discusión y creo que una primera entrada al debate es justamente a través de las explicaciones más notorias pero más pasadas por alto también. Expliquemos las veces que sean necesarias las distinciones pertinentes que hacen a este tipo de discusión actual. Comencemos por allí. No para oficiar de correctores al estilo normativista de la Real Academia Española, sino porque existen riesgos y malos entendidos en las confusiones. Así como también tiene sus consecuencias creerse una persona apolítica y desprender de ello una superioridad moral ya que para este tipo de personas, todo partidismo político (o uno específicamente sobre otros) es malo, corrupto y hasta innecesario para la vida. Esto no es un mero discurso ni posicionamiento político, no queda en eso, lo grave y lo que nos debe llamar la atención es que conlleva el desgarro del tejido social, que muchas veces, con suerte no derrama odio, pero otras tantas, pide -cual deidad del sacrificio- el exterminio de los otros, otros que no piensan igual.

Volvamos al inicio: hallazgos literarios. Textos que tienen la capacidad de despertarnos un especial interés, que irrumpen en nuestra cotidianidad y nos mantienen con la mirada en el papel o la pantalla para desdibujar el tumulto del transporte público, las tareas por resolver en nuestros trabajos o cualquier otra cosa que podamos tener en mente cada día. Encontrarlos es una dicha única. En mi caso les confieso, que no fue sino a causa de mi formación en el profesorado, que los encontré. Comencé ese camino con un inventario personal acotado, por lo tanto, en mí, la mayoría de los textos que leí en ese tiempo han sido hallazgos, claramente, no todos lograron ser mis favoritos. La experiencia de la lectura puede ser uno de los mejores momentos de nuestras vidas o un suplicio. Todo depende, por un lado del texto en cuestión, pero sobre todo de un docente que oficie de guía en el recorrido por las páginas, las voces, los sentires, aventuras e inquietudes que se mixturan allí.

Cuando comencé la carrera más de una vez me han preguntado “¿por qué querés ser profesora de Lengua y Literatura?” Buscaba alguna respuesta y contestaba lo que podía; ahora sé que es porque quiero ser guía de hallazgos literarios que transforman las vidas de otros.

~Daniela Sofía Vivas

Daniela Sofía Vivas
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Daniela Sofía Vivas es estudiante de literatura, escritora y poeta.

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