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Por: Julia Mengolini
Arte: Nora Lezano

Julia Mengolini es blanco de un ataque violento y organizado. Miles de cuentas de trolls, bots pagos, dirigentes nacionales libertarios y el propio Presidente —que publicó más de 80 tuits sobre ella— articulados para instalar una mentira sobre su vida privada, deslegitimar su palabra y destruir su figura pública.
Se viene desarrollando una campaña de difamación en su contra, coordinada y sistemática, en las redes sociales. En las últimas semanas el ensañamiento se puso más siniestro: miles de cuentas libertarias comenzaron a afirmar que tiene una relación incestuosa con su hermano y generaron con IA un video falso. Al principio se lo tomó con indiferencia, pero la persistencia y el mensaje mafioso de “un vuelto”, con intervención directa del Presidente, lo volvieron oscuro.
Circuló un audio suyo llorando, y muchos le pidieron que no les dé el gusto. Pero no le avergüenza su llanto. No fue más que un momento de hartazgo. No se victimiza, pero alerta: todas esas calamidades y la violencia del gobierno son parte del mismo plan. A la crueldad de las medidas se suma una crueldad discursiva y simbólica contra comunicadores, periodistas, artistas y cualquiera que ose a disentir.
El ataque es desproporcionado. No tiene plata, ni jueces, ni milicias digitales, ni recursos del Estado. Incluso está “banneada” en Twitter. Es sistemático, coordinado y dirigido. Una fake que es fake, pero sirve para decir: “Te vamos a volver loca a pura maldad y mentiras aunque sean una estupidez”.
Muchos creen que lo merece por haber dicho que Milei “estaba enamorado de su hermana y vivía con ocho perros”. Pero esa expresión no implicaba vínculo sexual. ¿No se puede preguntar por su equilibrio emocional? ¿Por sus lazos afectivos? ¿Por considerar a los que piensan distinto como “cáncer” y a los homosexuales como “pedófilos”?
No hay que comprar la idea del “vuelto”. Porque de ahí al “algo habrán hecho” hay un paso. No es solo Twitter. Los medios masivos replican la operación: recortes, clips, programas de chimentos, figuras como Majul, Viale, Feinmann, Trebuq, Ortelli. También programas más “blandos” reproducen sin medir el daño. Hanna Arendt lo llamó “banalidad”.
En su programa son críticos, pero no deshumanizan. Hablan del trabajo de otros, no de su vida privada. No inventan ni difunden fake news. El Presidente sí participa activamente de las campañas de “acoso y derribo”.
Es un sistema: redes sociales, medios, y el sello político desde la máxima autoridad. Un sistema de acción estrictamente fascista: busca quebrar, deslegitimar, hacer mierda. El objetivo es simple y brutal.
Nos jugamos mucho. No es solo contra personalidades públicas. Aceptar esta cultura es destruir la convivencia democrática y la libertad de expresión.
Su imagen pública se formó hablando de feminismo en 2010 y 2011. Fundó Futurock en 2016 sin apoyo estatal ni grandes empresarios. Pasaron tres gobiernos y una pandemia. Defiende el derecho a la defensa y la presunción de inocencia. Publicó el libro Las caras del monstruo.
Tal vez estén teniendo éxito en dibujar un perfil que no es. Pero no va a aceptar que “algo hizo” para merecerlo.
Una cosa más: creo que en momentos como este, donde nos jugamos tanto, es necesario bancarse la que venga, resistir y seguir dando pelea aun cuando eso tenga algún costo personal. Quiero que otros colegas vean los golpes que recibo, pero también que no aflojo. Pero no se confundan: el secreto no es construir héroes ni gente que “se la banque”. La solución es que sea inaceptable que un Presidente construya odio y deshumanice, que sean inaceptables las campañas de destrucción de personas en las redes y los medios. Si somos muchos los que levantamos la voz, tarde o temprano, lo vamos a lograr.