Trump: una vida marcada por denuncias de pederastia

Siempre logró escapar de las denuncias. Amigo cercano del pedófilo Jeffrey Epstein, Donald Trump compartió con él fiestas privadas y años de complicidades que hoy vuelven al centro del debate. Las acusaciones por abuso a menores —algunas judicializadas, otras silenciadas— fueron durante años parte de los rumores más inquietantes que lo rodean. Aunque muchas causas se retiraron o quedaron en la nada, resurgen con fuerza tras la publicación de los archivos del caso Epstein. Aquí, un repaso por las denuncias que lo involucraron y por los silencios del poder.

Los documentos judiciales del caso Epstein volvieron a poner en escena a Donald Trump, esta vez no solo como testigo incómodo, sino como figura central de denuncias históricas que lo vinculan con abusos sexuales a menores.

En 2016, una mujer presentó una demanda federal contra Trump y Jeffrey Epstein por supuestas violaciones reiteradas cuando ella tenía 13 años. Según la denunciante, los hechos ocurrieron en fiestas privadas organizadas por Epstein en Manhattan. La causa fue retirada poco después. De acuerdo a su abogada, la joven y su familia recibieron amenazas tan concretas que temieron por su vida.

A esta denuncia se suman testimonios previos de jóvenes modelos y asistentes a eventos vinculados al círculo Epstein, quienes señalaron que Trump era un “habitual” de las fiestas donde circulaban chicas muy jóvenes. En 1993, la modelo Stacey Williams lo acusó públicamente de manosearla tras haber sido presentada por Epstein. Otra testigo, vinculada al entorno de Miss Teen USA, recordó que Trump solía “entrar sin avisar a los camerinos de chicas menores de edad”. Nada de eso llegó a los tribunales.

En 2025, un exejecutivo de un casino afirmó que en los años 80 vio a Trump y a Epstein traer adolescentes al piso de juego, bromeando sobre “sus invitadas”. Las cámaras de seguridad de aquella época, curiosamente, se perdieron. Como tantas otras veces, en casos donde el poder está involucrado.

El poder, el dinero y la impunidad

Trump no fue procesado por ninguna de estas acusaciones. Y quizás no lo necesitó. Su fortuna, su fama, su equipo legal y sus vínculos políticos lo blindaron durante décadas. Una denuncia que no llega a juicio no es sinónimo de inocencia: es, muchas veces, señal de quién tiene la sartén por el mango.

Cada vez que una historia amenazaba con escalar, Trump la desmentía con altanería, lanzaba una contrademanda o la desestimaba en los medios como “parte de una cacería de brujas”. Sus seguidores lo aplaudían. Sus abogados se encargaban del resto.

Hoy, el resurgimiento de esos casos, sumado a los nuevos documentos filtrados en los que su nombre aparece repetidas veces, reactiva preguntas que nunca obtuvieron respuesta: ¿Quién protegió a Trump todos estos años? ¿Cuántas adolescentes callaron, según los testimonios, por miedo, por dinero o por ambas cosas?

Cortina narrativa: estrategia política

Todo esto estalla mientras se presiona al Departamento de Justicia para que libere más información sobre Epstein. La fiscal general reconoció que Trump fue notificado de su aparición en los archivos del caso. Pero, al mismo tiempo, rechazó la posibilidad de investigar más a fondo, alegando falta de “suficiente evidencia”.

En lugar de avanzar con la causa, la administración actual se lanzó a otra dirección: acusar a Barack Obama de haber manipulado inteligencia en 2016. Una denuncia tan explosiva como vaga, presentada justo cuando Trump vuelve a ser foco de sospechas graves.

La jugada es obvia: lanzar una bomba de humo para tapar el fuego real. Acusar a Obama para correr el eje de debate. Revolver fantasmas para evitar hablar del presente.

Y mientras tanto, se evita responder las preguntas incómodas: ¿por qué no hay un fiscal especial para investigar a Trump por sus vínculos con Epstein? ¿Qué tienen que ocultar?

¿Qué está en juego?

El caso no es solo jurídico. Es cultural, mediático, político. Porque al final del día, Trump no es solo un expresidente. Es un símbolo del poder que no rinde cuentas.

El poder de rodearse de abogados que silencian. El poder de manipular la agenda. El poder de seguir adelante como si nada. Esa es la verdadera historia: el dinero y la influencia han hecho que Trump esquive decenas de denuncias, tapone causas, archive expedientes, calle testigos y convierta el descrédito de sus acusadores en combustible político.

La pregunta que sigue sin respuesta

¿Y si no solo fue amigo de Epstein? ¿Y si participó activamente de sus redes de explotación? ¿Y si tantas denuncias no eran coincidencia sino patrón?

La historia reciente está plagada de escándalos sexuales tapados por décadas. Weinstein, Cosby, Spacey. Todos tuvieron su caída. Todos eran intocables, hasta que dejaron de serlo. ¿Por qué con Trump debería ser distinto?

La justicia todavía tiene la oportunidad de responder, pero el tiempo se acaba. Y la verdad, como las víctimas, no espera eternamente.

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