Portugal vive la mayor huelga general en más de una década. La reforma laboral del gobierno conservador de derecha de Luís Montenegro despertó un rechazo masivo y reabrió heridas sociales profundas, al percibirse como un proyecto que prioriza a los sectores empresariales y a los más ricos, trasladando el costo del ajuste sobre trabajadores y clases medias. Lo que allí sucede puede anticipar tensiones que también atraviesan a la Argentina.

El 11 de diciembre de 2025, Portugal quedó prácticamente paralizado por la primera huelga general masiva en doce años. Millones de trabajadores frenaron transporte, escuelas, hospitales, aerolíneas y servicios públicos en rechazo a la reforma laboral impulsada por el gobierno conservador del primer ministro Luís Montenegro, líder del Partido Social Demócrata (PSD).
Montenegro llegó al poder en las elecciones anticipadas de 2025 al frente de un Ejecutivo de centro-derecha, que gobierna en minoría y depende de acuerdos parciales con fuerzas todavía más a la derecha para avanzar en su agenda. Desde el inicio de su mandato prometió “modernizar” la economía y flexibilizar el mercado laboral, con una retórica pro-empresa y foco en la competitividad.
¿Qué propone la reforma laboral?
El proyecto del gobierno, conocido como “Trabajo XXI”, plantea más de 100 cambios al Código del Trabajo. Entre ellos, la facilitación del despido, la expansión de los contratos temporales, mayores niveles de externalización, restricciones a la negociación colectiva y modificaciones en el derecho a huelga, especialmente en los servicios mínimos. Para los sindicatos, se trata de un retroceso equivalente a desarmar décadas de conquistas laborales. Para el gobierno, es una herramienta para dinamizar la economía y atraer inversión.
La respuesta social: una huelga transversal
La reacción fue inmediata y contundente: más de tres millones de personas adhiriendo al paro, trenes detenidos, aeropuertos semiparalizados, escuelas cerradas, recolección de residuos frenada y hospitales funcionando con servicios mínimos. Lo notable no fue solo la magnitud, sino la unidad sindical: la CGTP (más combativa) y la UGT (más moderada) se alinearon por primera vez en mucho tiempo detrás de una misma protesta.
Incluso sectores tradicionalmente ajenos a estas convocatorias —pilotos de aviación, trabajadores de tecnología, personal médico— se sumaron, dando a la huelga un carácter transversal y urbano a la vez. Las calles de Lisboa, Porto y Coimbra mostraron columnas masivas con un mensaje unificado: “Não ao retrocesso”.
Qué dice el gobierno
Montenegro restó importancia al paro, calificándolo de “político” y sosteniendo que no representa a la mayoría. Aun así, la presión es evidente: la combinación de huelga general, rechazo popular y tensiones con partidos aliados está desgastando un gobierno que lleva menos de un año en funciones.
La sombra de la Troika: por qué esta palabra pesa tanto en Portugal
Para comprender la sensibilidad portuguesa, hay que mirar atrás. Entre 2011 y 2014, Portugal estuvo bajo la supervisión de la Troika —Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI— tras solicitar un rescate de 78.000 millones de euros en plena crisis financiera internacional. A cambio, el país aplicó un brutal plan de austeridad, con recortes del gasto público, reducción de salarios, despidos estatales y flexibilización laboral forzada.
El desempleo alcanzó cifras históricas y más de 300.000 jóvenes emigraron. En el imaginario portugués, “Troika” significa empobrecimiento, pérdida de derechos y humillación nacional. Por eso, cualquier reforma que huela a precarización revierte en un rechazo visceral. La huelga de diciembre no es solo contra la reforma actual: es contra el temor a repetir aquel modelo.
Portugal y Argentina: un espejo incómodo
La conexión con Argentina no es abstracta. Aunque los contextos difieren, hay paralelos estructurales:
1. Reformas que tensan la democracia social
Tanto en Portugal como en Argentina se discuten cambios profundos en las reglas del mercado laboral. Los gobiernos argumentan que la flexibilización traerá empleo; los trabajadores leen un riesgo de pérdida de derechos. La tensión no es económica, sino civilizatoria: qué modelo de sociedad se quiere construir.
2. Movilización sindical como actor central
Portugal mostró que cuando el sindicalismo se unifica, puede alterar la agenda completa de un gobierno. En Argentina, donde la estructura sindical es aún más fuerte, procesos similares pueden generar reacciones igual o más potentes ante reformas comparables.
3. Consecuencias políticas
Una reforma laboral mal comunicada o percibida como regresiva puede incendiar la legitimidad de un gobierno entero. Eso pasó con la Troika, y hoy empieza a insinuarse con Montenegro. En Argentina, el debate tiene un tono parecido: ¿hay consenso social para avanzar? ¿O se intenta forzar un modelo sin acuerdo?
Lo que Portugal advierte a la Argentina
Portugal demuestra que los retrocesos laborales no pasan inadvertidos, que la memoria colectiva pesa, y que los pueblos reaccionan cuando sienten amenazada su dignidad. Lo que está en juego no es solo un Código del Trabajo, sino la interacción entre ciudadanía, derechos sociales y poder político.
Lo que hoy estalla en Portugal es una señal para cualquier país —incluida Argentina— que discuta reformas estructurales sin consensos amplios: el conflicto puede escalar rápido, lastimar la gobernabilidad y profundizar fracturas sociales que después llevan años en cerrar.
