Cuando la desidia del gobierno no tiene cura

Por Redacción La Redada

Ayer médicos y residentes del hospital Garrahan dieron una conferencia de prensa donde expresaron su preocupación

El Hospital Garrahan, símbolo de excelencia médica en pediatría de alta complejidad en América Latina, atraviesa una de las peores crisis de su historia. Fundado sobre la idea de garantizar atención integral, gratuita y de calidad para los niños y adolescentes más vulnerables del país, hoy se sostiene con hilos. La falta de inversión, la pérdida masiva de personal y un conflicto salarial sin solución a la vista exponen con crudeza lo que pasa cuando la salud pública deja de ser prioridad.

En los últimos meses, más de 200 médicos y médicas renunciaron a sus cargos. Entre ellos, residentes formados con diez años de programas educativos de primer nivel en simulación clínica y atención interdisciplinaria, pioneros en la región. Jóvenes profesionales que no aguantan más: sueldos por debajo de la línea de pobreza, jornadas de 60 horas semanales, guardias sin descanso, insumos que faltan y maltrato institucional. En palabras de una médica durante una asamblea reciente: “Nos explotan, nos desprecian y todavía nos piden que no hagamos paro. Si no les gusta el sueldo, ciérrenme el hospital. Bueno, eso están haciendo”.

No es una metáfora. El desfinanciamiento crónico ya no solo deteriora los pasillos: afecta directamente la atención de los pacientes y la continuidad de tratamientos críticos. El Garrahan, que antes se llenaba de pediatras de todo el país buscando formación, hoy se vacía. No por falta de vocación, sino porque vivir con 800 mil pesos mensuales en la Ciudad de Buenos Aires es insostenible.

Frente al reclamo, la respuesta oficial fue la misma de siempre: dictado de conciliación obligatoria, amenaza de sanciones, judicialización del conflicto. El propio hospital solicitó una medida cautelar para asegurar la atención durante las huelgas, en lugar de resolver el fondo del problema. Mientras tanto, los trabajadores paran, marchan y denuncian. No piden privilegios. Piden que se respete su trabajo y, sobre todo, que no se destruya un pilar del sistema sanitario argentino.

Esta situación ocurre, paradójicamente, en el marco del Día Mundial de la Salud, celebrado hace apenas unas jornadas con el lema “Comienzos saludables, futuros esperanzadores”, centrado en la salud materna e infantil. Pura cáscara. Porque si el Estado no puede garantizar lo más básico en el hospital pediátrico de referencia continental, ¿qué futuro puede haber para las infancias?

Pero hay más. Mientras el Garrahan se cae a pedazos, el ministro de Salud Mario Lugones y el secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., anunciaron la salida de ambos países de la Organización Mundial de la Salud. En un gesto tan simbólico como irresponsable, acusaron al organismo de “falta de transparencia” y “mala gestión durante la pandemia”, y propusieron fundar una nueva alianza global de salud “basada en la ciencia”. La escena fue grotesca: un país que no puede pagarle a sus pediatras dando clases de política sanitaria internacional.

Mariano Boglione, coordinador del Centro Quirúrgico del hospital, fue el primero en tomar la palabra

Y en medio de todo esto, apareció la siempre tiempista Elisa Carrió, quien se despachó contra el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, por la crisis en el Garrahan. En su estilo apocalíptico habitual, le dijo: “Vas a terminar preso, y yo me voy a ocupar de eso”. No porque le importe el Garrahan, claro, sino porque huele sangre en un gobierno que empieza a desmoronarse. Quien ayer miraba para otro lado, hoy se planta como fiscal de una decadencia que ayudó a construir. Oportunismo puro, a la luz de las cámaras.

El gobierno celebra su autonomía en foros internacionales mientras abandona a su suerte al principal centro de salud pediátrica del Cono Sur. Y lo hace sin disimulo. Para ellos, todo es gasto, incluso la vida de un niño con leucemia. No hay épica en cuidar hospitales. No hay negocios en formar médicos. No hay aplausos en aumentar salarios. Por eso no lo hacen.

Los medios oficialistas apenas cubren el conflicto. Prefieren hablar de la “judicialización del paro”, como si la nota fuera la medida cautelar y no el vaciamiento de uno de los hospitales más importantes del continente. Pero las imágenes hablan solas: camillas sin profesionales, salas cerradas, y pancartas que dicen “Salvar el Garrahan es salvar la salud pública”.

Pero hay algo que no logran entender los que ven al Estado como una empresa: el Garrahan no se defiende solo por lo que representa. Se defiende porque es un lugar de pertenencia. Médicos, enfermeros, técnicos, administrativos, madres y padres de todo el país sienten que el hospital les pertenece. Que ahí se juega algo más que un sueldo. Se juega la idea de que hay cosas que no se venden ni se abandonan.

Si alguna vez hubo un modelo de salud pública que podía competir con los mejores del mundo, fue gracias a instituciones como el Garrahan. Y si todavía hay una esperanza de recuperarlo, será gracias a quienes hoy se plantan en la puerta del hospital y valientemente levantan la voz.

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One thought on “Cuando la desidia del gobierno no tiene cura

  1. Ojalá que podamos poner el orgullo a un lado. Nos sentemos lado a lado, nos miremos a la cara y nos reconozcamos como personas, como laburantes, como miembros de una misma nación. Y dejemos a un lado los colores políticos, las chicanas partidarias y pensemos en los chicos, que en definitiva son los que terminan pagando con su vida esto, y nos cuidemos más entre todos. Los médicos (y particularmente los pediatras) estamos agotados, sobre todo de la indiferencia de la jerarquía política (y de la sociedad toda), que no hace más que reclamarnos vocación. Con la vocación no se paga el alquiler o se llena la heladera. Con un trabajo digno y bien remunerado, tal vez se protege a la vocación. Que ya está bastante golpeada…

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