¿Cuántos abogados se necesitan para fabricar un juicio?

En San Rafael, Mendoza, la Justicia atraviesa un capítulo que ni el mejor guionista de Netflix podría escribir sin temor a que le digan “es demasiado inverosímil”. El fiscal Javier Giaroli imputó al abogado local Andrés Mariani por presuntamente armar un auténtico staff de testigos falsos para sus causas, principalmente en el fuero laboral. Sí, leyó bien: un equipo estable, como si fueran empleados de planta permanente… pero de la mentira.

El caso salió a la luz tras denuncias de colegas y miembros del Ministerio Público de la Defensa. Lo que parecía una sospecha aislada terminó revelando un patrón grotesco: las mismas personas aparecían una y otra vez en distintos juicios, cambiando de historia y de oficio con la facilidad de un actor en una obra de teatro amateur. Hoy taxista, mañana puestero rural, pasado mañana chofer de ambulancia. Y todo, casualmente, beneficiando al estudio de Mariani.

El casting de la farsa judicial

La investigación, que en un principio estuvo a punto de archivarse, siguió adelante gracias a la intervención de la Fiscal Adjunta, quien ordenó que la fiscalía de Giaroli continuara hurgando. Lo que encontraron roza lo caricaturesco: doce personas habrían integrado el grupo de “testigos de alquiler”. Uno de ellos, según la pesquisa, llegó a declarar en ocho causas distintas, adoptando identidades laborales tan variadas como absurdas: desde mayordomo hasta paseador de perros, pasando por “autor” de un alambrado cuya factura presentó en juicio.

La ficción funcionaba así: el estudio les decía qué historia contar, les marcaba los detalles, y hasta les ponía un abogado joven para acompañarlos en la audiencia. Un servicio full service de mentira procesal.

Allanamientos, confesiones y un tío sospechoso

La semana pasada, la Fiscalía ordenó 12 allanamientos en domicilios de San Rafael y Malargüe. Se secuestraron celulares y se recogieron testimonios que, lejos de despegar a Mariani, lo comprometieron aún más. Varias de las personas implicadas se presentaron espontáneamente para “blanquear” la operatoria. Admitieron que recibían instrucciones precisas y que su función era “trabajar de testigos”.

Entre los imputados aparece un hombre de apellido Carloni, presentado como tío de Mariani y también parte de la maquinaria de falsos testigos. El resto de los involucrados todavía no recibió imputaciones formales, pero todo indica que el círculo se irá cerrando a medida que avancen las pericias sobre los celulares secuestrados.

Amenazas y un gato muerto

El caso tiene ribetes de novela negra. Una abogada que denunció la maniobra aseguró haber recibido amenazas y, como mensaje mafioso, encontró un gato muerto en la puerta de su casa. Para los investigadores, este episodio refuerza la hipótesis de que no se trataba de un grupo improvisado, sino de una estructura aceitada para intimidar y sostener el negocio.

El telón de fondo: la confianza en la Justicia

Más allá de la anécdota —o de la tentación de hacer chistes sobre el “casting” de testigos—, el escándalo deja en evidencia un problema mayor: la vulnerabilidad del sistema judicial frente a las maniobras fraudulentas. Si un grupo de doce personas puede falsear testimonios durante años sin que nadie lo detecte, la pregunta es inevitable: ¿cuántos casos más estarán manchados por prácticas similares?

No es la primera vez que la Justicia mendocina queda en la mira por irregularidades, pero sí es uno de esos episodios que, por lo grotesco, logran atraer la atención pública más allá de la provincia. Porque una cosa es imaginarse corrupción de alto vuelo; otra, ver cómo se degrada el valor de la palabra bajo juramento al nivel de una obra de improvisación en un taller barrial.

Lo que viene

Por ahora, el expediente sigue sumando pruebas y declaraciones. El fiscal Giaroli deberá decidir si amplía las imputaciones y si pide medidas más severas contra Mariani, Carloni y el resto del elenco estable de testigos. Mientras tanto, la defensa del abogado niega las acusaciones y habla de una “persecución profesional”.

En la ciudad, el tema corre como reguero de pólvora. En los pasillos de tribunales, entre chistes de pasillo y ceños fruncidos, muchos se preguntan si este caso será un punto de inflexión o simplemente otro capítulo que quedará en la anécdota.

Epílogo: la pregunta inevitable

En el fondo, este caso nos deja pensando en un viejo chiste:
—¿Cuántos abogados se necesitan para ganar un juicio?
— Uno solo…, un solo cheque.

A veces no solo los chistes provocan risa, también lo hace la justicia.

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