Por Christian Perez

Una investigación genómica sin precedentes reconstruye la odisea humana desde Siberia hasta la Patagonia, revelando las claves evolutivas, sanitarias y culturales de los pueblos originarios del continente.
Durante milenios, la historia del poblamiento de América estuvo marcada por teorías fragmentarias, misterios sin resolver y pocos restos arqueológicos. Sin embargo, una nueva investigación genómica logró reconstruir con asombroso detalle el viaje más largo jamás realizado por nuestra especie: desde el norte helado de Asia hasta los confines australes de América del Sur, en un lapso que abarca más de 20.000 años.
Gracias a la secuenciación de más de 1.500 genomas pertenecientes a 139 pueblos indígenas, muchos de ellos poco estudiados, un equipo científico internacional logró identificar con precisión cómo se diversificaron los primeros habitantes de América. El hallazgo principal indica que los seres humanos llegaron a la actual región de la Patagonia al menos hace 14.500 años, lo que sitúa esta migración entre los eventos más tempranos y rápidos de expansión poblacional conocidos.
De Siberia a Sudamérica: un viaje de miles de años
El relato comienza hace unos 26.000 años, en el último gran máximo glacial, cuando grupos humanos comenzaron a desplazarse desde el norte de Eurasia hacia Beringia, una vasta región que conectaba Siberia con Alaska. Este “puente de tierra”, hoy sumergido, fue clave para que los humanos cruzaran hacia el continente americano.
A lo largo de este proceso, se identificaron al menos tres grandes divisiones poblacionales. La primera ocurrió entre 26.800 y 19.300 años atrás, separando a los antecesores de los pueblos originarios americanos de sus parientes eurasiáticos. La segunda tuvo lugar entre 17.500 y 14.600 años, cuando grupos del norte comenzaron a desplazarse hacia el sur. Finalmente, entre 13.900 y 10.000 años atrás, ya en Sudamérica, estos migrantes se dividieron en cuatro linajes: amazónicos, andinos, chaqueños y patagónicos. Lo sorprendente es la rapidez con que estas adaptaciones se dieron, enfrentando climas extremos, selvas, desiertos y montañas.
Aislamiento y diversidad genética
Uno de los aspectos más reveladores del estudio es la constatación de una baja diversidad genética entre los pueblos indígenas de Sudamérica. A diferencia de sus ancestros asiáticos, estas comunidades quedaron aisladas durante miles de años, debido a las enormes distancias, cordilleras, selvas y desiertos que limitaron el contacto y el intercambio genético.
Este aislamiento tuvo efectos directos en la salud: el estudio se enfocó especialmente en los genes del complejo HLA, fundamentales para el sistema inmunológico. En poblaciones con mayor diversidad de estos genes, las respuestas frente a enfermedades son más eficaces. Sin embargo, los pueblos indígenas sudamericanos tienen un repertorio genético reducido, lo que los volvió especialmente vulnerables ante la llegada de enfermedades europeas como la viruela o el sarampión durante el siglo XVI. Muchas culturas fueron diezmadas sin que mediara conflicto bélico alguno, simplemente por no tener defensas ante esos virus.
Un legado amenazado
El estudio también revela un declive demográfico continuo en las últimas diez milenios, agravado por el colonialismo. Los pueblos patagónicos, por ejemplo, descendientes de quienes completaron el tramo final de la migración, han perdido hasta un 80% de su población. Comunidades como los Kawésqar están hoy al borde de la extinción cultural y biológica.
A este panorama se suma un problema contemporáneo: la medicina moderna, basada casi exclusivamente en estudios de poblaciones europeas, no contempla las particularidades genéticas de los pueblos indígenas. Esto puede generar reacciones adversas a ciertos medicamentos o una menor eficacia terapéutica, reproduciendo una forma de exclusión sanitaria que la ciencia está empezando recién a considerar.
El estudio, desarrollado a partir de la iniciativa GenomeAsia 100K, no solo busca reconstruir el pasado. También propone herramientas para diseñar una medicina más justa y personalizada, que tenga en cuenta la diversidad genética de todas las poblaciones humanas.
Reescribiendo la historia humana
Este avance marca un antes y un después en el estudio de las migraciones humanas. Hasta ahora, las teorías sobre el poblamiento de América se basaban en hallazgos arqueológicos dispersos y en muestras limitadas de ADN antiguo. Este nuevo enfoque combina genómica de alta resolución con datos arqueológicos, climáticos y geográficos, ofreciendo una narrativa más completa, coherente y precisa.
Lejos de ser una mera curiosidad académica, esta investigación nos obliga a revisar nuestra concepción de los pueblos originarios. Ya no son vistos como receptores pasivos de la historia, sino como protagonistas de una hazaña evolutiva y cultural sin precedentes. Desafiaron glaciares, cruzaron continentes, se adaptaron a los ambientes más extremos y dejaron un legado que hoy la ciencia empieza a comprender con mayor profundidad.
En resumen, la historia de la humanidad —y especialmente la de América— no puede entenderse sin reconocer el papel central que jugaron estas migraciones tempranas. En sus genes, en sus lenguas y en sus memorias orales, los pueblos originarios conservan las claves de un pasado compartido, lleno de movimiento, resiliencia y sabiduría. Y es precisamente en ese pasado donde también se encuentra el futuro de una medicina más inclusiva, de una historia más justa y de una identidad más consciente de su diversidad.
Autor: Christian Perez https://www.muyinteresante.com/autores/christian-perez/
Publicado en: Muy Interesante
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