El fallido intendo de asesinato a Trump: ¿Conspiración Interna?

Cuando la prepotencia sale cara

“Le gusta hablar, ¿no?”
Russell Bufalino, en El irlandés (2019)

Y si el intento de asesinato a Trump no fue más que un atentado interno, un mensaje del poder real. Aquellos que supieron sacarle el jugo a Trump en su pasada presidencia, hoy lo ven como un torpe que amenaza con matar la gallina de los huevos de oro. ¿Y si ese poder trató de silenciarlo antes de llegar a la casa blanca? ¿Qué harían los grandes millonarios sabiendo que la amenaza que repetía en campaña de que iría contra China y Europa se haría realidad en su presidencia?

Lo último que necesitaba Wall Street era un loco peligroso e impredecible capaz de dinamitar décadas de acuerdos silenciosos.

Estos días un tanto conspiranoico pensaba, ¿ y si el intento fallido de asesinato a Trump, lo planearon desde dentro?… Es que mientras más se lo piensa, más tiene sentido.

Un 22 de noviembre de 1963, el presidente Kennedy resultaba asesinado. Quien le había disparado, un tal Lee Harvey Oswald, fue arrestado, y asesinado dos días después por el disparo de un ciudadano, mientras era trasladado por la policía.

En el 2022, Estados Unidos desclasificó unos 13.000 documentos relacionados con aquel asesinato, pero se dejaron ocultos unos cuantos. Esto reavivó las sospechas sobre la posible participación de la CIA, el FBI o sectores internos del poder estadounidense.

Muchos años se buscó generar la idea de que Lee Harvey Oswald era un desquiciado, pero es harto conocido que el poder norteamericano estaba muy enojado con cómo Kennedy había tratado la cuestión de los misiles que Rusia había puesto en Cuba.

Luego de algunos intentos fallidos de asesinato a presidentes norteamericanos mediante, llegamos al presente, en donde al por entonces candidato a presidente, Donald Trump, le dispararon el 13 de julio del 2024, igualmente frente a las cámaras, pero esta vez con menos puntería.

Este atentado sería el primero y más conocido, ya que meses después, el 15 de septiembre del mismo año, intentaron matarlo mientras jugaba al golf. Estos intentos buscaban frenar el ascenso a la Casa Blanca, lo cual, paradójicamente, terminó dándole el impulso final para superar y vencer finalmente a Kamala Harris.

El atacante, fue rápidamente abatido por el servicio secreto. Obviamente, nos surge la inmediata pregunta: ¿este tirador abatido actuó solo o lo hizo bajo las órdenes de alguien más?

Trump, un irresponsable en el poder

En su antigua presidencia como en la campaña de esta última, Trump hizo declaraciones contra China. Trump no es tonto; su habilidad e inteligencia en los negocios han hecho que sea un ícono para el estadounidense promedio.

Es verdad también que siempre fue un arrogante, de formas groseras y lleno de soberbia, llegó a declarar que en este segundo mandato dirige el país y al mundo. Tanta petulancia se le subió a la cabeza y se metió nada menos que con los chinos.

Ese poder lo infló tanto como un elefante, sin darse cuenta de que se movía dentro de una cristalería.

Los chinos lo esperaban con la paciencia que otorgan los milenios. Sabían que, tarde o temprano, Estados Unidos tambalearía. Para eso, solo bastaba seguir el caminito ajedrecísticamente trazado por los asiáticos, a través de los vínculos que fueron tejido con países dispuestos a ofrecer alternativas similares a las del país norteamericano.

Para China, los aranceles impuestos por Trump fueron la excusa perfecta. Ya estaban preparados: sus redes internacionales llevaban años tejiéndose. Solo esperaban un motivo que no los hiciera parecer los villanos. Hoy le dieron un portazo a EE. UU.

Trump, después de subir los aranceles en todo el mundo, dijo:

“Muchos países nos están llamando, besándome el culo. Se están muriendo por hacer un trato. ‘Por favor, por favor, señor, haré lo que sea´.” (sic)

Cegado por el triunfo, Estúpidamente, pensó que China sería uno de esos países, olvidando que China es uno de los tres principales socios comerciales de Estados Unidos, solo por detrás de Canadá y México —también insultados públicamente en el contexto de la guerra de aranceles—. Pero, y acá está lo peligroso para él, China es, además, el segundo mayor tenedor extranjero de deuda estadounidense, con cerca de 750 mil millones de dólares en bonos del Tesoro (según datos de 2024).

Trump, enceguecido con su frase de campaña, no pensó en que más de 1.400 millones de chinos necesitan comida y tecnología de Estados Unidos.

El tema no menor es que EE. UU. no es el único país con soja, sorgo o capacidad tecnológica. Brasil, Argentina, Alemania, India y otros también comercian con el gigante asiático.

Cualquiera que no comiese helado con la frente, sabe que pelearse con los chinos es una pésima idea. Y más sabiendo de la deuda que China tiene comprada, que ahora amenaza con vender. Un mundo en donde entren a circular solo el 10 % de los dólares que China tiene, haría estragos, bajando el valor del dólar, fortaleciendo el yuan y subiendo el valor de la vida y la deuda interna de cada ciudadano norteamericano.

Y eso, sin mencionar la herida abierta que dejaron las declaraciones de Trump hacia Japón, el mayor tenedor de deuda de EE. UU., quienes poseen 1,7 billones de dólares. Hace años, el presidente norteamericano los acusó de aprovechadores malagradecidos, saliéndose del acuerdo transpacífico de cooperación económica, afectándolos directamente.

Muchos países asiáticos se están aliando a China, algunos tradicionales aliados y otros impensados, como Japón, que a mediados de abril vendió 220 mil millones de dólares en bonos estadounidenses. Corea del Sur y hasta Taiwán —histórico enemigo de China— ven con recelo la posición de Trump, según las últimas encuestas.

Quizá no para nosotros o para el americano promedio que posee índices alarmantes de comprensión, pero para un analista era obvio que Estados Unidos al mando de Trump iría contra los chinos. Algo que el poder norteamericano no podía permitir.

El norteamericano promedio ha sido educado a base de relatos de grandilocuencia, guerras, poderío. Se piensan valientes porque aplastaron y dejaron paralizada temporalmente a Cuba, que significa el 1,13 % del tamaño del país norteamericano.

Un bloqueo criminal en tiempos de paz a una isla 88 veces más pequeña. Esta masacre a cuentagotas que ha sido condenada por más de 30 años consecutivos por el 99 % de los países que integran la ONU.

Pero es que a los «americanos» les hicieron creer que eran dueños y protectores del mundo, algo que explica el apoyo de la población a cuanta intromisión internacional se les ocurra.

Criados y educados con el relato de ser los garantes de la democracia mundial, al pueblo estadounidense no se le habla de saqueos, disputas por posiciones estratégicas, robos de petróleo o eliminación de ‘enemigos’. Se les dice, en cambio, que van a buscar armas de destrucción masiva, a mediar entre bandos o a restaurar la democracia en algún rincón del mundo.

Y lo peor: ellos apoyan felices, ya que realmente creen ser la garantía de la democracia en el mundo.

Esta idea fue fácil de introducir a una población en la cual el 54 % de sus adultos poseen habilidades de lectura inferiores al nivel de sexto grado. Que aun con esa falencia los yankees se están dando cuenta de que Trump, actúa contra sus intereses y se están levantando con graves protestas que no se veían desde hace décadas.

Cegados por el poder inercial de los años 80, los yankees tanto se pensaron jueces y dueños del mundo, que se lo creyeron y se volvieron los brabucones del pueblo. Pero siempre, y pasará con China en algunas décadas, siempre aparece uno más poderoso que viene a disputar ese lugar central de poder.

Existe un sesgo llamado overconfidence bias, que básicamente aparece cuando se sobrestiman las propias capacidades o subestimar los riesgos, por ignorancia, megalomanía, mal cálculo o mala información, soberbia, etcétera.


Trump, en su burbuja, subestimó el poder de China como actor global; en su cabeza, el gigante asiático no son más que comunistas comen arroz y cerrados, mientras los chinos, lento y sin prisa, fueron expandiendo sus redes de poder.


Quizá por eso lo quisieron frenar. Sabían que ningún imperio es grande por sí solo,necesitan el comercio global, aun a China. Sobretodo a China. Y han existido imperios más grandes que han caído. Y en este mundo, y en esta época, la competencia es tan feroz que cualquier tropiezo puede significar un desbarajuste y un nuevo reordenamiento mundial.


Si fuera conspiranoico, creo que tendría la certeza de que a Trump lo mandaron a matar los propios. No los ajenos. No un loco suelto. El propio poder de Estados Unidos, asustados de lo que sería Norteamérica con los chinos enojados. Y esto recién empieza.

Trump sobrevivió a la bala. Ahora hay que ver si Norteamérica sobrevive a Trump.

Fernando Chinellato

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