
La guerra en Gaza no solo arrasa vidas: también destruye la memoria y la cultura de un pueblo. Bibliotecas, mezquitas, museos y obras de arte reducidas a escombros revelan un intento sistemático de borrar la historia palestina. Artistas y escritores resisten entre el hambre y el dolor, aferrados a la identidad que el fuego intenta silenciar.
Publicado originalmente en: Cronicon.net
Es esencial prestar atención al papel que desempeñan los escritores, artistas y profesionales de la cultura, junto con todos los civiles, para salvaguardar la continuidad del patrimonio cultural de Gaza. No solo garantizan la supervivencia de ese patrimonio, sino que sirven de apoyo a la reconstrucción de las poblaciones que han sido diezmadas por la sistemática operación de aniquilación por el régimen sionista.
En un extenso informe del portal PEN.org, (https://pen.org/report/all-that-is-lost/ ) la directora de esta plataforma web, Liesl Gertholtz, reflexiona en torno de una consecuencia menos considerada por la prensa mundial sobre la operación de exterminio que Israel lleva adelante en Gaza. La destrucción de su rico patrimonio cultural, una grave pérdida que pertenece a toda la humanidad.
Dentro de las miles de víctimas que, según cálculos al 10 de septiembre, son más de 65.000 palestinos muertos y más de 163.000 heridos de distinta gravedad, hay una importante cantidad de artistas, escritores, trabajadores y gestores culturales que se suman a los ancianos, hombres, mujeres y niños de este pueblo que ha soportado el desplazamiento, la persecución y el ataque a su territorio.
Dice Gertholtz que, para el pueblo palestino, la cultura juega un papel fundamental en la preservación de la identidad: le da voz a la historia y a las historias individuales. Desde 2005, el control de Israel sobre la tierra, el aire y el mar de Gaza ha devastado la vida cotidiana, convirtiendo a esta franja geográfica en Medio Oriente en lo que muchos describen como una prisión al aire libre.
Una serie de controles estrictos de permisos restringe severamente los movimientos de personas y bienes. Esto incluye a libros y obras de arte, desde y hacia Gaza; pero con una férrea resistencia de los gestores culturales, la producción artística sigue en pie.
Dentro del informe se hace referencia a la confirmación, por parte de la ONU, de la negativa israelí de permitir cualquier tipo de ayuda humanitaria, usando la inanición como arma de guerra y condenando a más de 500 mil personas a condiciones de hambre catastróficas. Ya es imposible negar que semejante crimen, por parte del Gobierno de Israel, considerado de lesa humanidad, ha cruzado el umbral.
El informe agrega que la guerra ha infligido un golpe catastrófico a la vida cultural y al patrimonio de Gaza, con algunos de los monumentos culturales y religiosos más importantes destruidos. La campaña militar de Israel ha resultado en la destrucción total o parcial de todas las universidades y colegios en Gaza y de 11 bibliotecas, incluida la Biblioteca Pública de esta población que albergaba 10.000 libros en árabe, inglés y francés. Al menos ocho editoriales e imprentas han sido destruidas, así como varias librerías, incluida la célebre Samir Mansour de tres pisos, una de las más importantes y grandes de la ciudad de Gaza. Se encuentra en la calle 30, que alberga tres universidades: Al-Azhar, Al-Aqsa y la Islámica. El edificio Kahil también fue destruido por los ataques aéreos israelíes.
En su apogeo, la biblioteca contenía más de 400.000 libros sobre religión, cultura, literatura, política, economía y cuentos infantiles, además de formar parte de una editorial dedicada a la publicación de obras de escritores palestinos. Es un destacado centro cultural comunitario del sector que atiende a la comunidad local y a los escolares palestinos.
Otros sitios como la Gran Mezquita Omari del siglo VII, con una biblioteca que data del siglo XIII, el histórico Hammam al-Samra, mosaicos bizantinos de 1.500 años de antigüedad y el Museo Cultural Al-Qarara han sido destruidos o dañados gravemente por los ataques aéreos.
El informe del portal PEN América concluye que estos ataques, según lo que se documenta, parecen dirigidos a la infraestructura civil, incluido el patrimonio cultural, violando la Convención de La Haya de 1954 para la protección de la propiedad en caso de conflicto armado. Además de violar tratados y leyes internacionales sobre derechos humanos y hechos que constituyen crímenes de guerra. Tomando resoluciones de la Corte Penal Internacional, el reporte también publica dictámenes que establecen que los delitos contra, o que afecten al, patrimonio cultural deben tomarse como delitos contra la humanidad, porque implican que los ataques —sean de cualquier forma— han sido contra la población civil.
El informe también detalla el efecto de la guerra sobre 36 instituciones y sitios culturales, históricos, religiosos y educativos, e incluye tres casos de quema deliberada de libros y dos de saqueo reportado de artefactos arqueológicos. Un estimado de 31,2 millones de euros es la cifra necesaria para preservar de emergencia 226 sitios patrimoniales y edificios históricos de Gaza, siendo necesario para esa fase de recuperación entre 12 y 18 meses.

Los ataques perpetrados por Hamás no exculpan de ninguna manera el posterior accionar del Ejército de Israel, accionando de manera desmedida y con la evidente intención de afectar al patrimonio y a los asentamientos de civiles. Un análisis de las suspensiones de hostilidades en Gaza pone en evidencia que los habitantes son considerados como objetivos.
El 19 de enero de 2025 comenzó un alto el fuego, el cual incluía un acuerdo para que Israel permitiera la ayuda humanitaria en Gaza y la liberación gradual de rehenes a cambio de prisioneros palestinos detenidos en Israel y Cisjordania. El 2 de marzo de 2025, el Gobierno de Israel volvió a bloquear la entrada de toda ayuda humanitaria, incluidos los alimentos, fórmulas para bebés, combustibles y medicamentos. El 10 de marzo cortó la electricidad en toda Gaza y el 18 de marzo reanudó los bombardeos, poniendo fin al alto el fuego temporal.
El 4 de febrero de 2025, el presidente estadounidense Donald Trump propuso que EE.UU. se apodere de la Franja de Gaza, desplazando por la fuerza a toda la población civil. El 5 de mayo de 2025, el Gabinete israelí aprobó un plan para tomar el control de la ciudad, marcando la intención del Gobierno de intensificar las hostilidades. El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, anunció el 13 de julio de 2025 los planes de reubicación de 600.000 palestinos en el sur de Gaza, con el proyecto de extensión a todos sus habitantes. Cualquiera de estas propuestas muestra el profundo desprecio por el patrimonio cultural de Gaza y subrayan una noción peligrosa de que el lugar y sus habitantes no tienen cultura, ni historia y nada que valga la pena preservar. Los derechos culturales y a la autodeterminación del pueblo palestino son directamente desechados.
Son extensos los testimonios de artistas tratando de sobrevivir en un sitio donde el arte acompaña a los que tienen hambre. Uno de ellos es el de Ahmed Alhussaina, vicepresidente de asuntos financieros y administrativos de la Universidad Al-Israa, ubicada en el centro de Gaza, la cual fue destruida por el Ejército israelí en enero de 2024.
“No sé cómo vamos a recuperar todas esas cosas. Estas cosas irremplazables… No sé cómo vamos a preservar este valor sentimental y arqueológico de nuestra cultura y patrimonio, y todo lo que demuestre que había gente viviendo allí”, afirma consternado Alhussaina.
Esclarecedor informe. Parece que Gaza ya no necesita bibliotecas, ya que los libros están en proceso de autodestrucción por cuenta propia. Muy eficiente. Y la propuesta de Trump es simplemente brillante: ¡desocupar un lugar que solo sirve para almacenar arte y gente con hambre! ¿Qué mejor manera de empezar el año que eliminando la evidencia histórica y cultural? ¡Menuda idea tan original!act two ia